Bienvenidos a las fábricas de cuentos

Los que defienden un mundo sobrecargado de opresiones privadas han conseguido hacerse abanderados de la libertad. En el campo de batalla de las ideas disponen de una superioridad aplastante de aviación y artillería. Aun así, esta es una batalla que se sigue librando cuerpo a cuerpo. Han avanzado terriblemente posiciones enarbolando la bandera de la libertad. Los que casi monopolizan el espacio público y son garantes de las relaciones sociales que resultan en condiciones de trabajo y de vida cimentadas en la explotación y la pobreza, han aplastado las torpes defensas de las voces críticas, víctimas tantas veces de su propio fuego amigo, y se han hecho dueños del imaginario de la libertad. Ahora resulta que los republicanos son los que ponen en peligro la democracia, y garantizar la dignidad de todos desde el Gobierno común es la esencia del totalitarismo.
En esta batalla, uno de los puntos débiles del poderoso ejército mediático es su necesidad de ofrecer una imagen prístina de su condición de fuerzas democráticas, bastión del derecho a la información y la libertad de expresión. Ponen celo en ello. El relato que los poderosos medios de masas ofrecen sobre sí mismos procura no tener fisuras y no dudan en apuntar todos sus cañones hacia cualquiera que cuestione su posición en la sociedad. El periodismo se presenta como una profesión estelar, heroica, comprometida, legalista, reducto infranqueable del Estado de derecho.
"Fábricas de cuentos" es una novela que quiere aportar otra voz a un contrarrelato. Un arma corta, un cuentito artesano para el cara a cara. Es producto de una minuciosa investigación sobre los entresijos de los medios de comunicación, para confrontar la épica del poder con buenas dosis de realidad. La perspectiva es la de dos trabajadoras precarias de esas fábricas de relatos, desde el telemárquetin que cuenta milongas por teléfono a todo el mundo a los periódicos y televisiones que también producen cuentos como churros. Habla de periodistas, pero también del mundo que retratan...

"A menudo, tenía que salir a buscar la carne y conseguir las fotos decorativas de la pieza, solomillo de migrante quemado por fuera, crudo por dentro, paletilla de refugiado curada a la intemperie, entrecot de mujer desahuciada a la parrilla con aderezo de niños. Después, a un ritmo desquiciante, había que redactar rápido y sin cagadas los dos o tres temas que le hubieran tocado, ¡dos o tres, cada uno con la vida jodida de gente real pendiente de sus palabras, como si la existencia misma les fuera en ello! Sufrimiento ajeno aromatizado y empaquetado para regalo. Se sentía obrera de una industria cuya materia prima son las historias de terror de las personas. Se procesan con edulcorantes y otros excipientes cuya función es hacerlas pasajeras y pasarlas a un género distinto, de la tragedia a la estadística o, a lo sumo, el melodrama. Sin conservantes, eso sí. Más bien, lo contrario: relatos para que fluyan por mentes que van de cuento a cuento sin freno, con glotonería. Relatos para comer, digerir rápido, olvidar enseguida".

Somos, pues, guerrilla, y queremos entrar en el tiempo del entretenimiento. Con la editorial La oveja roja y la esperanza puesta en que los susurros pueden crecer de boca en boca, queremos dar la batalla.



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